Viernes 16 de Mayo de 2025

Hoy es Viernes 16 de Mayo de 2025 y son las 07:12 -

25 de febrero de 2025

De niña fantaseaba con tener cuatro papás hasta que entendió que dos ya no volverían: la historia de la primera nieta recuperada

Tatiana Sfiligoy fue testigo del secuestro de su madre, adoptada de buena fe y restituida en plena dictadura. Su caso marcó un antes y un después en la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo. Hoy, a los 51 años, reflexiona sobre su recorrido, la memoria y la búsqueda de los nietos que aún falta encontrar

>Fue el 31 de octubre de 1977 en la localidad bonaerense de Villa Ballester. Tatiana, de 4 años, caminaba de la mano de su mamá, Mirta Britos. Habían salido a hacer unas compras, junto a su hermana menor Laura, de tres meses. Al regresar, vieron un operativo en su casa y escaparon. Acorralada, Mirta siguió caminando. Llegó a una plaza, se sentó con sus hijas en el borde de la calesita, las besó y las abrazó. “Cuidá a tu hermana y no hables con nadie. Te amo, mi amor”, cree recordar Tatiana que le dijo, aunque de ese momento solo le quedó la imagen de su madre despidiéndose en silencio. Tatiana la siguió con la mirada y fue testigo de cómo la encapucharon y se la llevaron. Nunca más la vio.

El 19 de marzo de 1980, con solo seis años, Tatiana se convirtió en la primera nieta recuperada por Abuelas de Plaza de Mayo en Argentina. Su historia, una de las 139 restituciones hasta hoy, fue contada en libros, documentales y ficciones. Su caso, singular en el proceso de recuperación de identidad, es conocido como el “caso feliz”.

Tatiana nació el 11 de julio de 1973 en el Hospital de Clínicas de Córdoba. Sus padres biológicos, Mirta Britos y Oscar Ruarte, eran actores y los llamaban “La Negra” y “El Negro”. Se conocieron haciendo teatro con el grupo Estudio Uno. Además, compartían la militancia: juntos crearon el centro cultural “Villa El Libertador”, en el sur de Córdoba. Tras el nacimiento de su primera hija, la pareja quiso agrandar la familia. Nació Florencia, pero falleció de meningitis a los seis meses. La pérdida de la niña marcó el fin de la relación. Poco después, Mirta se juntó con Alberto Javier Jotar Yribar, se mudó a Buenos Aires y tuvo a Laura Malena el 13 de agosto de 1977. El 31 de octubre de ese año, pocos meses después, la pareja fue secuestrada en Villa Ballester. Oscar Ruarte había sido secuestrado un año antes en Córdoba.

De toda esa historia, Tatiana fue recogiendo piezas mucho tiempo después. Hasta que, cuando cumplió 18 años, decidió descubrir quién era realmente. Para esa altura, sin saberlo, ya estaba siguiendo los pasos de sus padres biológicos. “Empecé a hacer teatro sin saber que Mirta y Oscar se dedicaban a eso. Iba al Centro Cultural Ricardo Rojas y me encantaba. Recién ahí mi abuela me contó que habían sido actores. Me acuerdo de que la miré y le dije: ‘¿Cómo no me lo contaste antes?’ Se ve que desde muy chica ‘mamé’ todo lo que tenía que ver con cuestiones artísticas. De hecho, durante tres años tuve un centro cultural en Caballito”, cuenta.

Hoy, a los 51 años, Tatiana es psicóloga y mamá de tres hijos: Irina (25), Maia (18) y Pedro (10). Desde hace un tiempo vive en Gualeguaychú, Entre Ríos, donde se mudó en busca de una mejor calidad de vida. Su historia no solo la llevó a reconstruir su identidad, sino también a comprometerse en la lucha por encontrar a los más de 300 nietos que aún faltan restituir.

—¿Qué pudiste reconstruir de la última vez que la viste a tu mamá?

—Después te llevaron a un hogar de niños. ¿Cuánto tiempo estuviste allí?

—Fueron seis meses. A pesar de todo tengo lindos recuerdos. Una vez vino Pipo Pescador y nos hizo un show. Me acuerdo de que había un parque enorme y una pileta. Yo recién volví al hogar el año pasado. Fui con mi hija mayor y algunas amigas.

Necesitaba volver para reencontrarme con ese lugar y ver cómo era. La pandemia y el encierro nos marcaron a todos en los últimos cinco años. A mí me pegó mal y empecé a sentir que tenía pendiente esa visita. El 24 de marzo de 2024 me invitaron al —¿Y qué te pasó cuando estuviste ahí?

Inés y Carlos Sfiligoy no habían planeado adoptar a Tatiana y Laura, pero el destino tejió un encuentro inesperado. Fue cuando coincidieron los cuatro en los pasillos del juzgado de San Martín. Aquel día, Tatiana había sido llevada para conocer a un matrimonio interesado en adoptarla. En paralelo, su hermana Laura, aún muy pequeña, estaba allí para realizarse un control de rutina. Por azar, los Sfiligoy esperaban la documentación para adoptar a otra bebé, que no era ninguna de ellas. “Ahí es donde se produce el evento, yo digo que milagroso”, anticipa Tatiana. Hace una pausa y cuenta: “Mi vieja adoptiva se cruzó con una trabajadora social que llevaba en brazos a mi hermana y empezaron a charlar. Ella le pidió sostenerla y sintió algo. Laura, en ese momento, estaba sufriendo ‘hospitalismo’, que es lo que les sucede a los bebés que pasan mucho tiempo internados sin afecto ni contención. Es fuerte, porque después de eso muchos no sobreviven. Mi vieja lo percibió enseguida y preguntó si podía adoptarla. Al principio le dijeron que no. Pero ella era muy insistente, muy cabeza dura, por suerte”, repasa.

A pocos metros, en una oficina, Tatiana esperaba que la devolvieran al hogar porque la familia que la había conocido no quiso adoptarla. “Se ve que en esa espera, algo detecté, porque empecé a hacer lío. Ahí fue cuando la empleada que estaba hablando con mi mamá le contó en voz baja: ‘No diga nada, pero esa beba tiene una hermana’. Y bueno, ahí fue cuando se replantearon todo y le pidieron al juez adoptarnos a las dos. Parece de película, pero fue así”.

—Abuelas me localizó en la época de dictadura. Por tratarse de una adopción legal, fue más fácil porque estaba inscripta en algún lugar. A eso hay que sumarle que hubo una persona que hizo una denuncia, que fue un cura tercermundista que emigró a Canadá y que, en su momento, había tomado clases de francés con mi mamá adoptiva. Mi vieja era profesora de francés. Él había sido su alumno y habían quedado en contacto. Cuando nosotros llegamos a la casa de mis papás adoptivos, él desde Canadá les dijo: “Tengo la corazonada de que puede ser hijas de desaparecidos”. El tipo algo intuyó y, a raíz de esa denuncia, Abuelas empezó a buscar en los juzgados hasta que dieron con el juzgado de San Martín. Fueron tres veces hasta que una de las empleadas se los confirmó: “La tramitaron acá. Hablen con el juez. Yo no les dije nada”.

—¿Familiares tuyos también te buscaban?

—¿Te quedaste en shock?

—Tu caso y el de tu hermana marcó un antes y un después en la historia del país.

—¿Hasta qué edad esperaste que tus padres biológicos aparecieran?

—¿Y después? ¿Alguien te lo explicó?

—Inés murió en 2006 y Carlos en 2023. ¿Nunca dejaste de llamarlos mamá y papá?

Un día, mientras hojeaba un diario, Tatiana se encontró con una solicitada en la página de la Asociación Argentina de Actores. Entre los nombres de la lista, aparecían los de sus padres biológicos. Fue un impacto. Hasta ese momento, ella ni siquiera sabía que habían sido actores. “Mi abuela Amalia nunca me lo había contado, quizás porque no lo consideraba relevante”, dice.

Después de un intercambio telefónico, Tatiana fue a visitarlo. Ese viaje, cuenta ahora, fue una bisagra en su búsqueda. A través de “Coco” y otros compañeros de sus padres, empezó a reconstruir una parte desconocida de su historia. Escuchó anécdotas, supo cómo habían montado el centro cultural “Villa El Libertador” y entendió el amor que sus padres tenían por el teatro. “Esa reconstrucción me ayudó un montón, sobre todo al principio. Me permitió conocer otra faceta de ellos”, explica.

Así como nunco avolvió al hogar, Tatiana había evitado regresar a la plaza Mitre, el lugar donde, a sus cuatro años, había visto a su madre por última vez antes de que fuera secuestrada. Pero en 2013, un grupo de estudiantes de una escuela de Villa Ballester se puso a investigar su historia y la de su hermana. Fue en el marco del programa Jóvenes y Memoria y, como cierre del proyecto, organizaron un festival artístico al que llamaron “La plaza del olvido está llena de memoria”.

—¿Cómo cambió la búsqueda de los nietos en estos más de 40 años?

—¿Recordás algún caso en particular?

—No hace mucho, iniciaste un juicio para esclarecer el secuestro de tus padres biológicos. ¿Por qué decidiste hacerlo y qué implica este proceso?

—Sos psicóloga y gran parte de tu carrera está atravesada por tu historia. ¿Cómo fue ese recorrido?

—Ser la primera nieta recuperada en Argentina, ¿implica una responsabilidad y un compromiso extra?

*Si tenés dudas sobre tu identidad o conocés a alguien que puede ser hijo de desaparecidos, contactate con Abuelas de Plaza de Mayo al (5411) 4384 0983 o por mail: [email protected].

COMPARTIR:

Comentarios

  • Desarrollado por
  • RadiosNet