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13 de noviembre de 2025

Tras el mortal operativo en Río de Janeiro, Brasil trasladó a siete jefes del Comando Vermelho a prisiones federales

Los detenidos permanecerán aislados 22 horas al día sin contacto con otros reclusos en centros de máxima seguridad fuera de Río de Janeiro

>El traslado esta semana de siete jefes de la organización criminal La medida, ordenada por la Justicia, implicó sacar a los detenidos de las cárceles locales —en el estado de Río de Janeiro— y ubicarlos en centros penitenciarios de gestión federal, fuera de la jurisdicción regional. Según la agencia EFE, todos ellos tienen condenas superiores a 30 años.

El trasfondo inmediato es la operación llevada a cabo en las favelas de Penha y Complexo do Alemão, zonas en las que el CV “ocupa” o controla al menos de facto amplios espacios territoriales. Las autoridades atribuyen a esos siete presos la capacidad de dirigir —aun desde prisión— las operaciones de la banda en Río de Janeiro.

El traslado se ejecutó con un fuerte operativo de seguridad a cargo de la Polícia Federal, que ahora asume la custodia de los detenidos. El Ministerio de Justicia de Brasil precisó que los presos ocuparán celdas individuales, sin contacto con otros reclusos, permanecerán aislados 22 horas al día y solo dos horas saldrán al patio, bajo vigilancia estricta.

Según el ministerio, el traslado “fue ejecutado bajo los más altos estándares de seguridad, con una planificación detallada”. La ubicación exacta de los centros federales no fue informada por motivos de seguridad.

El fondo de esta estrategia es claro: golpear la capacidad de mando del CV desde el interior del sistema penitenciario, cortar sus vínculos con la calle y disminuir su operatividad territorial. Esa banda, fundada hace más de tres décadas en Río de Janeiro, ha sido tradicionalmente una de las fuerzas criminales con mayor implantación en las favelas cariocas.

Organismos de derechos humanos han cuestionado el operativo: Amnesty International lo calificó de “masacre” y pidió una investigación “independiente e imparcial”, advirtiendo signos de ejecuciones extrajudiciales y la violencia sistemática en contextos de segregación.

Para el Estado, la prisión federal de estos jefes es una jugada funcional: aislar a los mandos, cortar el mando interno y enviar un mensaje de que “nadie está fuera del alcance”. Pero el éxito dependerá del seguimiento: aislarlos no basta si la red de la calle sigue intacta y la corrupción policial o la complicidad social no son abordadas.

En el contexto del crimen organizado brasileño, el CV no es una anomalía: convive con otras facciones como Primeiro Comando da Capital (PCC) y se inserta en la lógica de control territorial, tráfico de drogas y extorsión.

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