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6 de agosto de 2025

Murió Enriqueta Maroni: la historia del documental que visibilizó el reclamo de las Madres de Plaza de Mayo en 1978

El fallecimiento de la referente de la organización de derechos humanos volvió a replicar las imágenes que grabó la TV neerlandesa durante la Copa del Mundo que se llevó a cabo en la Argentina en plena dictadura militar

>“A nuestros hijos nos han robado y nunca jamás supimos más nada de ellos y el Ejército lo ha hecho”, fue la frase que quedó inmortalizada en la televisión neerlandesa por parte de Rodríguez de Maroni fue integrante de Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora. En las últimas horas, se conoció que falleció a los 98 años. Activista por los Derechos Humanos, dedicó su vida a la lucha por la Memoria, Verdad y Justicia tras la desaparición de dos de sus hijos durante el último proceso militar.

En 1977, María Beatriz (23) y Juan Patricio (21) -dos de los cuatro hijos de Maroni- fueron secuestrados por un grupo de tareas del Primer Cuerpo del Ejército, junto a sus respectivas parejas.

La mujer fue parte del documental que realizó la televisión holandesa durante la cobertura del Mundial de 1978, cuando la organización recién cumplía un año. En las imágenes, se puede ver que acompaña a un importante grupo de mujeres, con los pañuelos blancos en la cabeza, pidiendo por la aparición de sus hijos.

Desde la explosión de las redes sociales en el mundo, cada 24 de marzo es común ver este video que busca poner en valor de la lucha de las Madres para conseguir información sobre sus hijos y nietos desaparecidos.

En ese sentido, no muchas veces se tiene en cuenta el impacto que tuvo la realización de la Copa del Mundo en el país para las Madres de Plaza de Mayo. Si bien se considera que el video es del 1 de junio del 78, no es la fecha exacta, pero sí es un hito fundamental en la trayectoria de la asociación de derechos humanos.

De esta manera, en el marco hostil que atravesaba el país, este grupo de mujeres decidió juntarse cada jueves en un lugar emblemático del centro porteño como la Plaza de Mayo. Para burlar el estado de sitio que prohibía manifestar, iban de dos en dos, tomadas del brazo, dando vueltas alrededor de la estatua de Belgrano. Allí, se juraron no ceder ese espacio.

El Mundial tuvo un efecto impensado sobre este grupo de mujeres que buscaban con desesperación a sus hijos. Por un lado, se sintieron más solas que nunca. Según remarcaron en diferentes momentos, aseveraban que esa fiesta les era ajena, que esas celebraciones populares olvidaban su dolor. Por el otro, el evento deportivo logró que la atención internacional se centrara sobre ellas y que su voz fuera escuchada por primera vez en todo el mundo.

El fútbol, y en especial los mundiales, tienen ese doble efecto contradictorio. Por un lado, todo durante un mes queda bajo su sombra, monopolizan la atención pública, enmascaran cualquier situación. Pero por el otro todo lo que toca el fútbol se multiplica exponencialmente. En este caso, todo el mundo (literalmente todo el mundo) tomó conocimiento de las violaciones a los derechos humanos en el país en virtud del Mundial.

El efecto de esta transmisión fue multiplicador. Al jueves siguiente los corresponsales de toda Europa cubrían el evento en la Plaza de Mayo. De fondo a los descarnados testimonios de las mujeres, se podía ver el movimiento normal del centro porteño, a pesar de los años. Gente caminando, policías y cuestionamientos a los reclamos de la agrupación.

Ese video dejó un diálogo que reflejó la desesperación del grupo por encontrar a sus hijos, en un contexto marcado por la crueldad y el hostigamiento.

Periodista extranjero: —¿Cuántos son?

Otra Madre:Nosotras queremos saber dónde están nuestros hijos. Vivos o muertos. Dicen que los argentinos que están en el exterior dan una imagen falsa del país. Nosotras que somos argentinas, que vivimos en Argentina, le podemos asegurar que hay miles y miles de hogares sufriendo mucho dolor, mucha angustia, mucha desesperación y tristeza. Porque no nos dicen dónde están nuestros hijos, no sabemos nada de ellos. Nos han quitado lo más preciado. Angustia porque no sabemos si están enfermos, si tienen hambre, si tienen frío. Y desesperación porque no sabemos a quién recurrir. Por eso les rogamos a ustedes. Son nuestra última esperanza. Por favor. ¡Ayúdennos! ¡Ayúdennos, por favor!

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